jueves, 16 de agosto de 2007

16 DE AGOSTO DE 1869 HOY HACE 138 AÑOS DE LA MASACRE DE NIÑOS EN ACOSTA ÑU SE CELEBRA EL DIA DEL NIÑO EN PARAGUAY


¡Oh Patria! ¡Cuanto se haga por tí es poco, tú encierras lo más caro y sublime, y sabes inspirar los más elevados y noblems sentimientos. Por eso, después de Dios, tus hijos te consagran su alma como el objeto más digno y justo de su veneración y respeto, en cuyo altar juran sacrificar su vida, cuando están amenazadas tu honra y dignidad!
El amor a la patria el un sentimiento innato y tiene mucho de religioso. Por eso ocupan lugar preferente y honroso en las páginas de la historia, los hombres, niños y mujeres que se han sacrificado por ella, y por eso son frecuentes los hechos de abnegación sublime de que han dado los pueblos más vigorosos en su defensa.

El pueblo paraguayo, amante de su independencia como base inconmovible de toda libertad política y civil, prefirió cuando ya no se podía contrarrestar la avalancha de la alianza, abrir un ancho cementerio, y enterrarse todos allí antes que permitir su encadenamiento, por aquello de que "un pueblo libre muere, pero no se encadena..."

El Mariscal el 13 de agosto, se puso en marcha acompañado de los oficiales de su cuartel general, junto con el primer cuerpo de su ejército. La probabilidad de un próximo combate no abatió nuestro espíritu, muy al contrario ibamos impregnados de un ardor entusiasta que produce el patriotismo fanático, y dispuestos a luchar hasta morir y terminar una campaña que iba haciéndose muy prolongada, arrastrando miserias con sigo.

Se detuvo el Mariscal unas dos horas en Caacupé y mandó a decir a las numerosas mujeres que seguían al ejército, que podían hacerlo si quisiesen, pero que no estaban obligadas.

El día 16 de agosto, un enviado del general Caballero le trajo la noticia de que éste venía en retirada por el campo de Barrero Grande, perseguido de cerca por numerosas fuerzas enemigas. El Mariscal, con su habitual calma recibió esta noticia y enseguida mando a decir con el oficial al general Caballero que hiciera toda la resistencia posible.

Después de esto llamó a su presencia al capitán Miranda y le dijo: "Quédese usted aquí, porque ya no conviene llevar tras del ejército a mujeres, niños y heridos. No le dejo a usted de carnada, sino para prestar un importante servicio a la Patria, en el sentido de evitar que el ejército invasor haga mayores cosas. Tenga cuidado de no presentarse a ellos como pasado, porque no le han de tener consideración. Use con ellos mucha diplomacia y no les cuente a donde voy ni el camino que he tomado. Le encargo especialmente que no tome armas, usted es demasiado jóven aún y llegará con el tiempo a prestar importantes servicios a su país..."

También dió la orden el Mariscal al cura párroco José Nuñez para que notificara a las numerosas familias que iban acompañando al ejército que volvieran a sus hogares, y que el jefe Miranda quedaba encargado de protegerlos. Muchas familias acataron la disposición, pero otras prefirieron seguir la suerte que la Prividencia deparara al ejército.

Quedó así Caballero, una vez que pudo huir, a cargo de los flamantes integrantes del "Batallón 40", compuesto por niños que contaban entre 6 y 14 años, intentando conducir las pesadas carretas cargadas con municiones, pertrechos y provisiones, que se atascaban al atravesar aquella zona pedregosa surcada por cuestas y colinas. A estos niños los disfrazaron con barbas postizas hechas con las crines de los caballos muertos. Como armamento, portaban un palo tallado con forma de fusil para que a la distancia el enemigo creyera que eran hombres armados. Ancianos voluntarios y heridos, se agruparon en torno a ellos procurando hacer más sólida la resistencia. Sus madres y hermanas aguardaban escondidas entre los matorrales para prestarles auxilio. En muchos casos, se unieron a sus hijos en la lucha. Caacupé había sido tomada, Piribebuy estaba ardiendo, la fundición de hierro de Ybycuí fue desmantelada y destrozada hasta los cimientos, inclusive un río desviaron los aliados para inundarla. El hambre y las enfermedades diezmaban las tropas paraguayas. Aun así los niños se irguieron para defender a la Patria. Los comandaba Caballero y junto a ellos se hallaban unos pocos veteranos al mando del coronel Bernardo Franco y el coronel Florentín Oviedo. A las 8 de la mañana los 4.000 combatientes nacionales fueron alcanzados por las fuerzas aliadas, al salir al campo raso de Barrero Grande, llamado Acosta Ñu, por haber pertenecido a Juan Blas de Acosta Freyre. Las fuerzas atacantes sumaban 20.000 hombres de las tres armas. El conde D'Eu era el jefe de todas las brigadas de este ejército. Caballero tiende su línea defensiva ubicándose en el ángulo formado por los arroyos Yuquyry y Piribebuy, donde sus fuerzas resisten sangrientos embates de los adversarios.

La batalla duró hasta las cinco de la tarde. Los avezados jinetes brasileros que se les abalanzaron encima y que al percatarse de que eran solo niños, los masacraron sin compasión. Los brasileros pasaron a degüello a todos los que encontraron a su paso y siguiendo con su política de total destrucción, le prendieron fuego al campo diseminado de muertos y heridos.

El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,....después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el conde D´Eu mandó incendiar la maleza, quemando vivos a los niños heridos y sus madres. Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su interior los enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasilera que, cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir del la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese.

La orden era, no dejar vivo ni el feto de mujer embarazada...

“Cuanto tiempo, cuantos hombres, cuantas vidas y cuantos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra. Para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la madre” (Caxias en informe a Pedro II)

Fuentes: MEMORIAS O REMINISENCIAS HISTÓRICAS DE LA GUERRA DEL PARAGUAY del Coronel Juan Crisóstomo Centurión sobreviviente de la Guerra Guazú. Tomo IV capítulo 5.

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