
Más allá, en el horizonte, me pareció escuchar, no pocas veces, al ñembo’e-karai (responso), como si fuera un negro círculo de cuervos (yryvu), girando impasibles en busca de su presa. Entonces, imaginaba que el hombre no es más que una presencia fugaz en éste mundo, que desconoce su verdadero origen y no sabe cuál es su fatal destino.

Va quedando de lado, tirada en el olvido, la sacra Palabra. Algún Kangué-ñe’ê (hueso parlante) parece resurgir, de vez en cuando, con ganas de recubrirse nuevamente de su carne y expresar nuestros signos fundamentales, erguido, la postura más noble del ser humano. Pero, tal vez, sea ya inútil, el ava ya no toma su asiento en los fogones, como lo hacía antes. Vamos perdiendo la solidaridad tribal y el valor de la Palabra, ese sentido que nos da conciencia de grupo. Nuestras raíces van quedando en el aire, juguetes de los vientos. Necesitamos clavarlas de nuevo en el suelo húmedo, hundirlas en el humus y adentrarnos en el seno de la madre tierra, a mamar la leche sustentadora de nuestra estirpe. Así, podríamos crear un espacio nuevo, cálido y propio, sin artificios, sin necesidad de copiar lo ajeno, encendido con nuestros sentimientos. Entonces, caminaríamos maravillados en nuestras asombrosas selvas, felices en la poesía y las profecías. El corazón sólo es con la naturaleza. Sin nuestros corazones no somos nada. Hoy sólo poseemos nuestras pobrezas. Ha pasado el tiempo feliz y limpio de cuando éramos los dueños de lo que pisábamos.

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GRACIAS AL SR. GIRALA YAMPEY
1 comentario:
Muy elocuente este articulo..he seguido con detenimiento todos los publicados por tí, los que tocan las realidades de nuestros indigenas son muy buenos..particularmente me enseñan un poco más sobre todo de las realidades de nuestros pueblos originarios mas al sur de mi país Venezuela..Feleicitaciones muy poetico este artuculo.
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