jueves, 19 de julio de 2007

"¡JAMÁS EL HEROE MUERE!"



(...) la muerte del MAriscal López reviste todo el carácter de una verdadera inmolación, porque ella fué consentida por el general brasilero Camara, quien, como coronación de esa indignidad dejó abandonado su cadáver a las cobardes profanaciones de una soldadesca desenfrenada.
(...) López ofreció la paz tres veces durante la guerra, y no obtuvo ni contestación, en este concepto, la responsabilidad ante la historia, recae indudablemente ante quien haya permitido la continuación de la guerra, hasta su trágico fin en Cerro Corá(...)¡de una guerra en que se invocaba el santo nombre de la civilización y de la libertad!.

Sean cuales fueran las faltas, los errores y hasta los crímenes con que haya manchado su administración el Mariscal durante tan prolongada contienda, selló heroicamente su juramento, cumplió su palabra muriendo con la espada en la mano. Su muerte es grandiosa, rayana a lo sublime, y jamás, como dice Silvano Mosqueira "consideración alguna le arrancará el título inmarcesible de apóstol y mártir de una causa grande".

Murió cual Hector, y podía haber exclamado al morir con más razón que Francisco I: "todo se ha perdido menos el honor" y digo con más razón, porque éste no perdió la vida.

"¡Jamás el heroe muere!
La mano que lo hiere
En págino inmortal su nombre escribe
y el heroe mártir con su gloria vive."

Fuente: "Memorias o reminiscencias históricas de la guerra del Paraguay" tomo 4 capítulo 10 pag 25 a 27, escrito por el coronel Juan Crisóstomo Centurión, testigo presencial de los hechos más relevantes de la Guerra y sus postrimerías.

Cuadro del artista argentino, inspirado en los sucesos de la guerra, Cándido López.

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